

El documental personal y sus complejidades familiares han alcanzado una relevancia indiscutible en el cine, un terreno donde "Oda amarilla", primer largometraje de la cineasta argentina Lucía Paz, se adentra con una delicadeza que explora lo universal a través de lo íntimo. Este filme no solo se dedica a documentar la vida de una madre, sino que se convierte en un poema audiovisual de despedida, una "oda" al vínculo madre-hija atravesado por el Alzheimer.
Lucía Paz plantea el proyecto con un propósito claro y emotivo: “Le dedico un poema audiovisual a mamá porque la estoy perdiendo”. Sin embargo, la pérdida que afronta no es física, sino la desconcertante y dolorosa desaparición de la memoria de su madre, Analía del Carmen Amarilla, una destacada psiquiatra que en el pasado fue un rostro respetado en el ámbito de la medicina legal. La cámara de Paz se convierte en un guardián de esos recuerdos, ahora fragmentados, que escapan de la conciencia de su madre pero que pueden perpetuarse en el cine.
En una de las primeras escenas, vemos a Analía en un programa de televisión de varias décadas atrás, hablando de su rol en el Ministerio de Salud. Este archivo en 4:3, contrastado con el presente, subraya la ironía de una vida de logros que se desvanecen en la bruma del Alzheimer. A través de viejos álbumes, fotografías, y el lente de Paz, la película busca capturar nuevos recuerdos, sumergiéndose en una memoria visual que la enfermedad intenta borrar. La tercera generación, la abuela de Paz, aporta una textura adicional al relato con su receta de quibebe, una transmisión intergeneracional de amor y saberes que agrega una capa de nostalgia.
"Oda amarilla" logra momentos de profunda honestidad y vulnerabilidad: en una conversación conmovedora, Paz le pregunta a su madre si le ponían música clásica antes de nacer, reflejando cómo los recuerdos se distorsionan y se vuelven imprecisos. Y en una escena cargada de humor y ternura, madre e hija discuten detalles sobre la juventud de la madre y la concepción de Lucía, revelando la fragilidad de la memoria. "Quiero agarrar un pedazo de historia estable, sólido, firme. Y no pasa. Vos todos los días me cambiás tu historia, mami", dice Paz en un momento revelador, sintetizando la angustia de quien lucha por preservar una identidad en constante disolución.
Lucía Paz convierte este film en un poderoso acto de catarsis y resistencia. Su "Oda amarilla" es una despedida teñida de amor y pérdida, un intento de mantener vivos los recuerdos más queridos. En última instancia, Paz logra que su relato personal alcance resonancias universales, entregando un documental que, en su lirismo y franqueza, encuentra un equilibrio entre la fugacidad de la vida y la inmortalidad de las imágenes.